Abundancia no es seguridad: Macanal y la agenda del agua - Adriana Páez Pino

Sigo escribiendo esta serie porque la inteligencia artificial solo tiene sentido cuando se encuentra con problemas reales , como el agua que hay que medir, personas que hay que incluir, decisiones que no pueden esperar. No me interesa una IA abstracta, me interesa la que ayuda a trabajar mejor.

Estoy en Macanal, en Boyacá - Colombia, viendo de cerca el embalse La Esmeralda, la represa de Chivor, las esclusas, los túneles y, sobre todo, a la gente que ha vivido décadas alrededor del agua. Aquí el agua no es un concepto, es la energía para el país, es turismo para las familias, es paisaje que sostiene identidades y es también un sistema frágil que hay que cuidar.

Al mismo tiempo, desde sociedad civil estoy preparando los aportes sobre seguridad hídrica para la X Cumbre de las Américas en el capítulo andino. Y ahí fue donde las coincidencias se unen, por eso este blog cruza tres planos lo que vi, lo que cuentan quienes hicieron posible esta obra y lo que queremos llevar como sociedad civil a la Cumbre.

Lo que el territorio muestra sobre seguridad hídrica

Lo primero que me rcecordo Macanal es que aquí el agua no está en estado natural, está organizada. El embalse La Esmeralda, la operación de Chivor, las compuertas y los túneles lo muestran claro, en los Andes el agua casi siempre pasa por una decisión humana. No es un espejo de agua que alguien dejó ahí, es un sistema pensado, pagado y vigilado.

a) Agua = infraestructura Si hay que desviar una cascada para que la represa no se comprometa, la seguridad hídrica no es solamente “si tenemos agua”, es “nuestra infraestructura sigue operando sin riesgo”. En los foros hablamos de cuencas, pero casi nunca hablamos de mantenimiento, refuerzo y operación.

b) Agua = energía para el país Chivor no es un paisaje bonito, es más allá es capacidad instalada. Si el embalse baja o el sistema falla, la afectación es nacional. La ecuación es simple, sin agua gestionada, no hay energía estable.

c) Agua = sustento y paisaje local Las cascadas, la navegación, el turismo y las familias alrededor viven de ese cuerpo de agua. Si se contamina o se restringe, quien pierde primero es la comunidad, no las autoridades.

d) Agua = equilibrio delicado Desviar una cascada, cambiar los árboles cítricos por especies adaptadas o controlar el acceso de ganado dice lo mismo, abundancia no es seguridad. Hay agua, sí, pero es una agua que exige decisiones.

La historia que cuenta Chivor

Esta hidroeléctrica no nació en un escritorio de Bogotá, sino en la cuenca, los topógrafos recorrieron las orillas del río Batá y del río Lengupá, por donde hoy opera el sistema del embalse La Esmeralda y la central de Chivor, midieron pendientes y dejaron escrito que aquí podía levantarse una central hidroeléctrica. Como el país no tenía entonces la capacidad técnica ni financiera, la decisión se centralizó en Bogotá y se creó ISA (1967) sumando a las empresas públicas con músculo Energía de Bogotá, EPM, CVC y otras para hacer viable el proyecto. En los relatos locales queda una tensión que vale registrar, Boyacá puso territorio, pero no tuvo el mismo peso en la mesa inicial.

La obra civil la ejecutó la empresa italiana Impregilo (hoy Webuild), con financiamiento internacional y una cultura de optimización dentro de ISA que evitó sobrecostos (ajustes de trazados, túneles en vez de puentes). Chivor no solo generó energía, generó empleo y capital humano; muchas familias de la zona pudieron educar a sus hijos, que luego trabajaron en otras centrales. También hubo costos, el embalse alteró microclima y cultivos como los cítricos, obligando a adaptaciones. Y queda una capa que casi no entra en los informes: el “bosque vivo” que la gente describe árboles que se comunican por raíces, el ánimo que cambia al caminar entre agua, roca y minerales. Si vamos a hablar de seguridad hídrica, esa memoria del territorio también cuenta para mi.

Caminos, mulas y telégrafo: la red que ya existía

Antes del megaproyecto ya existía una organización territorial. La ruta desde el embalse La Esmeralda por los Clavelinos símbolo de Macanal no era solo un camino, por allí pasaban ganado y mulas desde Santa María, con personas que avisaban con sonido en tramos angostos para evitar accidentes y dar tiempo de agua y descanso. Logística rural, precisa. A esto se sumaba el telégrafo con líneas e aisladores de vidrio, que mantenía la comunicación en un terreno húmedo y quebrado, entrada de materiales, movimientos de carga y novedades de la obra. Cuando llegó la hidroeléctrica no llegó a un vacío; llegó a un territorio que ya sabía moverse, avisarse y coordinarse alrededor del agua. Eso quiero subrayar, el agua nunca estuvo sola; la acompañaron caminos, trabajo comunitario y una red de información local. Hoy esa red puede ampliarse con IA sensores, alertas, tableros simples sin borrar lo que el territorio ya sabe.

¿Y qué tiene que ver esto con “Descubriendo la IA en el trabajo”?

Aquí se amarra todo. En Macanal confirmé que antes de la IA ya había datos, del topógrafo del Batá y el Lengupá, del operario que abre o cierra, de la mujer que lee el clima y del hombre de la corneta. Era información en tiempo real, distribuida en las personas.

Hoy podemos hacer tres movimientos:

Capturarla de forma sistemática (sensores, formularios simples, estaciones comunitarias).

Procesarla con IA para alertas tempranas, priorizar mantenimiento y anticipar caudales cruzando clima.

Devolverla al territorio en formatos útiles (tablero sencillo, WhatsApp, alertas de voz).

En otras palabras: lo que antes se avisaba a gritos en el sendero de los Clavelinos, hoy puede avisarlo un agente de IA… si el dato es abierto y si la comunidad está incluida. En síntesis: la tecnología sirve cuando amplifica lo que el territorio ya sabe y lo convierte en decisiones a tiempo.

Del embalse al marco andino: lo que queremos llevar a la X Cumbre

Lo que vi en Macanal confirma el aporte andino, la abundancia de agua no se traduce en acceso seguro, continuo ni con participación. La región andina concentra cerca del 10% del agua dulce del planeta, pero aún hay veredas y periferias sin servicio diario; está en los documentos y se ve en el territorio.

En Chivor también queda claro que seguridad hídrica y energética van juntas: en Colombia y en Ecuador, Perú y Bolivia más del 60% de la generación depende del agua; si el embalse se afecta, si la cuenca se degrada o el clima se desordena, la electricidad tambalea. Esto exige cooperación por cuencas con reglas comunes y financiamiento íntegro.

Desde esta experiencia, la agenda es concreta, obra bien hecha y mantenida, datos abiertos y participación vinculante de las comunidades. Empezar por la última milla continuidad, potabilización y tarifas justas mientras se rehabilita lo grande y se gestiona el riesgo. Y poner la IA al servicio del territorio: sensores, alertas tempranas y tableros legibles. Lo técnico sin territorio no alcanza; lo territorial sin datos tampoco.

Macanal me recordó que la seguridad hídrica se construye todos los días: con mantenimiento que ocurre, con decisiones que miran energía y paisaje, y con conocimiento local que no se diluye. La IA aporta cuando ilumina lo que el territorio ya sabe no cuando lo sustituye, medir, alertar, priorizar, explicar. Si trabajas en una operadora, abre un dato que hoy no sea público y que la comunidad realmente use. Si estás en una alcaldía o en una junta de acueducto, define un tablero simple tres indicadores útiles, no treinta y publícalo cada semana. Si lideras procesos comunitarios, documenta rutas, puntos de agua y señales locales; ese registro también gobierna. Y si vas a probar IA, que sea con un piloto pequeño y útil, un sensor, una alerta por WhatsApp, un mapa vivo de la cuenca. Menos promesas; más evidencia.

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