Cómo escribir con IA sin perder la voz - Adriana Páez Pino
Cómo escribir con IA sin perder la voz - Adriana Páez Pino

Hace unos días me encontré con una lista publicada en Wikipedia sobre cómo reconocer la escritura de la inteligencia artificial. Más que un simple inventario de clichés, me pareció una radiografía de algo que todos hemos sentido al leer ciertos textos, suenan bien, pero dejan un vacío.
Esa lectura me conectó de inmediato con Descubriendo la IA en el trabajo. Porque, al final, no se trata de Wikipedia ni de detectar máquinas disfrazadas de personas, sino de cómo nosotros, como profesionales, usamos estas herramientas para comunicarnos con intención y no caer en la uniformidad que empobrece el mensaje.
La escritura que suena perfecta, pero está vacía
Lo que da valor a un texto no es la forma perfecta, sino la capacidad de aportar claridad o abrir una idea que nos haga pensar pero al terminarlo, no te llevas nada nuevo. Es como haber comido un plato bien presentado que no deja sabor ni alimento.
Ese es uno de los efectos más visibles de la escritura generada por inteligencia artificial. Su fortaleza está en imitar la forma: organizar párrafos, enlazar ideas con transiciones, usar adjetivos que embellecen la lectura. Pero esa misma habilidad puede convertirse en debilidad cuando lo que entrega es pura superficie, sin profundidad ni criterio.
Lo interesante es que esta sensación no solo ocurre al leer textos producidos por IA. También puede pasar con escritos humanos que se esfuerzan demasiado por sonar correctos, sin detenerse a pensar en lo esencial qué quiero decir, qué valor aporta esto a quien lo lee.
Ese efecto no es exclusivo de la IA. También ocurre con escritos humanos que se empeñan en sonar impecables, pero carecen de intención clara. Lo que da valor a un texto no es la forma perfecta, sino la capacidad de aportar claridad o abrir una idea que nos haga pensar.
Los clichés de la IA como espejo de nuestra propia escritura
Cuando leemos un texto generado por IA solemos reconocer enseguida sus excesos: adjetivos grandilocuentes, frases hechas que suenan vacías o transiciones que parecen sacadas de un manual. Lo curioso es que esos patrones no nacen de la nada. La IA los aprende de nosotros.
Lo que a menudo llamamos “mala escritura de la IA” es, en realidad, un reflejo de nuestros propios hábitos como sociedad. Somos quienes hemos llenado internet de expresiones repetitivas y lugares comunes, y los modelos de lenguaje simplemente los replican a gran escala.
La diferencia es que, a escala, la IA convierte esos patrones en una corriente uniforme que lo impregna todo. Y ahí surge la pregunta. Si nos incomoda leer un texto que suena artificial, ¿no deberíamos revisar también nuestra forma de escribir?
El aporte de Wikipedia: una guía para reconocer patrones predecibles
Lo interesante de la lista que publicó Wikipedia no es que acuse a la IA de escribir mal, sino que muestra con claridad ciertos patrones que aparecen una y otra vez, frases que exageran el simbolismo, adjetivos inflados que convierten lo ordinario en extraordinario, o transiciones que parecen más un relleno que un puente real entre ideas.
Esa mirada es útil porque no se queda en la pregunta de ¿lo escribió una máquina o una persona?, sino que nos ayuda a distinguir entre lo que suena bien y lo que realmente aporta valor. Al final, se trata de aprender a leer con más atención, a no dar por válido un texto solo porque fluye o está bien presentado.
Wikipedia lo hace por necesidad: proteger la calidad de un espacio que se alimenta de millones de aportes. Pero esa misma disciplina puede servirnos en el trabajo, cuando evaluamos informes, propuestas o incluso mensajes que circulan en redes.
El riesgo del “todo suena igual”
Cuando la inteligencia artificial escribe, repite fórmulas. Si todo es descrito con palabras infladas, el lenguaje pierde fuerza. Lo que parece correcto en la forma termina vacío en el fondo.
Ese es el verdadero riesgo. No que la IA escriba mal, sino que todo empiece a sonar igual. Informes, publicaciones y propuestas con el mismo tono uniforme hacen que lo distintivo desaparezca y con ello también la confianza en quien comunica.
Esa homogeneidad entrena a los lectores a desconfiar. Si los mensajes parecen calcados, se pierde la capacidad de distinguir lo auténtico de lo automático. Por eso la singularidad de cada texto es esencial. No para adornar, sino para transmitir con claridad quién habla y qué quiere decir.
La diferencia entre forma y fondo
Un texto puede ser impecable en su forma y aun así no tener fondo. La ortografía correcta, la gramática fluida y una estructura ordenada hacen que la lectura sea clara, pero no garantizan que haya ideas detrás.
La escritura generada por IA lo muestra con claridad. Sus textos suelen sonar correctos, pero muchas veces carecen de intención o conocimiento real. El resultado es un mensaje que parece completo, aunque en realidad no ofrece nada nuevo.
Esto mismo sucede en la vida profesional. Hemos visto presentaciones muy bien diseñadas que no responden a las preguntas clave, o informes extensos que, al revisarlos, no dejan conclusiones útiles. La forma impresiona, pero el fondo es débil.
Diferenciar entre ambas dimensiones es fundamental. La forma ayuda a que el mensaje sea entendido, el fondo lo convierte en relevante. Si falta una, la escritura se queda en la superficie. Cuando ambas se encuentran, el texto se transforma en un recurso que realmente aporta.
El rol humano en la escritura con IA
La IA puede ordenar palabras y darles fluidez, pero no sabe por qué lo hace ni hacia dónde quiere llevar al lector. Ese es el espacio que solo una persona puede ocupar.
Escribir con apoyo de IA no significa aceptar lo que entrega sin cuestionarlo. El valor aparece cuando una persona revisa el texto, define qué merece permanecer y decide cómo presentarlo. El papel humano está en escoger la idea principal y marcar el rumbo del mensaje.
Un texto automatizado puede sonar correcto, pero solo cuando alguien lo revisa y lo adapta se convierte en algo cercano y útil. La diferencia no está en la herramienta, sino en la capacidad de quien la usa para imprimir criterio y visión.
Ejemplo práctico
Para entender mejor esta diferencia, basta con mirar un caso sencillo.
Un párrafo generado por IA puede sonar así:
Este restaurante no solo ofrece una deliciosa comida italiana, sino que también representa un ejemplo fascinante de emprendimiento local. Con su ambiente acogedor, su personal amable y su variada carta, se ha convertido en un lugar único, especial y memorable para todos sus visitantes.
A primera vista parece correcto. El texto fluye, encadena ideas y hasta suena entusiasta. Pero cuando lo leemos con calma descubrimos que no dice nada nuevo. Son frases genéricas que podrían aplicarse a cualquier lugar.
Ahora, reescrito con criterio humano, podría leerse de otra manera:
El restaurante nació en medio de una crisis económica. Su dueña apostó por un menú reducido de tres platos y decidió mantener esa sencillez como parte de su identidad. No compite en variedad, sino en cercanía. Quien entra allí sabe que la receta de la pasta ha pasado de generación en generación.
Aquí el texto conserva la forma, pero gana fondo. Tiene contexto, una historia detrás y un detalle que lo hace distinto.
El futuro de la autoría y la lectura crítica
El crecimiento de la inteligencia artificial nos enfrenta a una nueva tarea como lectores y autores. Ya no basta con reconocer si un texto está bien escrito. Lo importante será distinguir si tiene contenido real o si solo repite fórmulas.
En el ámbito académico, profesional y cotidiano, la pregunta cambia. No es quién escribió, sino qué aporta. Esa diferencia marcará la forma en que evaluamos un artículo, un informe o incluso una publicación en redes.
Esto exige fortalecer la lectura crítica. No se trata de desconfiar de todo, sino de aprender a revisar con más atención y preguntar qué hay detrás de cada frase. Quien desarrolle esta capacidad podrá navegar un entorno saturado de palabras sin perder claridad.
El futuro de la autoría no será decidir entre humano o máquina. Será la combinación de ambos, con un elemento central que no cambia la responsabilidad de dar valor a lo que publicamos.
El futuro de la autoría no será decidir entre humano o máquina. Será la combinación de ambos, con un elemento central que no cambia. La responsabilidad de dar valor a lo que publicamos sigue siendo nuestra.
El papel humano es decidir qué conservar, qué ajustar y qué transformar. Esa revisión es la que evita que todo suene igual y mantiene la autenticidad en la comunicación.
Te invito a hacer la prueba. La próxima vez que uses IA para redactar, no publiques de inmediato. Léelo con calma, cambia lo que no te representa y agrega lo que solo tú puedes aportar. Ese paso sencillo es el que convierte un texto correcto en un mensaje que de verdad conecta.