Cuando el territorio habla, la tecnología debe escuchar - Adriana Páez Pino

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Esta semana quiero compartir una experiencia distinta, pero profundamente conectada con los temas que exploro en este blog. Fui invitada por la Secretaría de Cumbres de la OEA (Organización de los Estados Americanos) a participar en la consulta nacional preparatoria de la X Cumbre de las Américas, representando a la Red Hemisférica Somos Lideresas. Desde allí, aportamos propuestas concretas en dos ejes clave para el futuro de nuestra región: la seguridad energética y la seguridad hídrica.

¿Por qué traer este tema a un blog que habla sobre inteligencia artificial y futuro del trabajo? Porque la transformación tecnológica no puede tratarse al margen de las condiciones estructurales que enfrentan nuestros territorios. No habrá innovación con impacto si no resolvemos los problemas de acceso a energía, agua y conectividad que viven millones de personas. La IA no transforma si no hay equidad.

La X Cumbre se realizará en diciembre de 2025, en República Dominicana, bajo el lema “Construyendo un Hemisferio Seguro, Sostenible y de Prosperidad Compartida”. Y esa prosperidad solo será posible si logramos que las soluciones nacidas en los territorios, lideradas muchas veces por mujeres y comunidades organizadas, escalen y sean escuchadas en los espacios de decisión.

En este camino preparatorio, los diálogos como el que vivimos en Colombia son una oportunidad única para incidir, desde la experiencia de los territorios y las organizaciones sociales, en las soluciones que realmente importan.

En este blog, quiero compartir parte de lo que analizamos, las propuestas concretas que formulamos, y por qué la seguridad en sus dimensiones energética, hídrica, alimentaria y ciudadana también es un asunto de presente y futuro tecnológico. Hoy más que nunca, necesitamos integrar los saberes territoriales con las posibilidades que nos brindan las tecnologías emergentes, para construir soluciones reales, sostenibles y justas.

2. Las cuatro seguridades

En Colombia, hablar de seguridad no se limita a la protección institucional. Es hablar de las condiciones esenciales para vivir con dignidad: agua, energía, alimentación y convivencia. Esta consulta nacional permitió que las voces de los territorios redefinieran estas seguridades con un enfoque justo, sostenible y profundamente conectado con la vida cotidiana.

Seguridad hídrica: El debate no se limitó al acceso al agua, sino que reconoció su papel vital en la salud de los ecosistemas, la soberanía alimentaria y energética, y las prácticas culturales de los pueblos. Se insistió en transitar de una lógica extractivista a una visión regenerativa del agua, fortaleciendo la gobernanza comunitaria y los saberes locales. Se propuso una gestión integral con enfoque territorial, diferencial y de género, articulada a microcuencas, redes comunitarias y sistemas de captación. También se destacó la importancia de incorporar la seguridad hídrica en el ordenamiento del territorio y de promover procesos de alfabetización hídrica, vinculados a prácticas culturales, educativas y permaculturales. El agua debe dejar de ser subsidiaria de otros intereses y convertirse en un eje estructurante del bienestar colectivo.

Seguridad energética: Desde los territorios se cuestionó la centralización del sistema energético actual, que no garantiza ni equidad ni estabilidad climática. Las propuestas se enfocaron en construir un sistema descentralizado, diverso y justo, con participación activa de las comunidades. Se planteó la creación de un fondo nacional para infraestructura energética comunitaria, un mapeo de los territorios con mayor riesgo energético y el fortalecimiento de procesos de alfabetización energética para alcanzar soberanía tecnológica. La diversificación de la matriz energética debe priorizar fuentes limpias, con protagonismo de mujeres, jóvenes y saberes ancestrales. Se propuso ajustar la regulación para permitir la participación directa de comunidades organizadas como generadoras y gestoras de energía. Así, la energía deja de ser un bien técnico para convertirse en un derecho habilitante de autonomía y paz territorial.

Seguridad ciudadana: Fue abordada desde una mirada amplia, vinculada a la dignidad humana y la capacidad de vivir sin miedo. Se insistió en que no puede seguir reducida a la presencia policial, sino que debe construirse desde la justicia restaurativa, la participación comunitaria y la prevención de violencias. Se propuso fortalecer plataformas tecnológicas que permitan la denuncia segura, el monitoreo ciudadano y el acceso a la información pública. También se remarcó la necesidad de políticas con enfoque de género, interseccionalidad y territorialidad, que reconozcan las múltiples formas en que se vive la inseguridad. La articulación entre gobiernos locales, sociedad civil y organismos internacionales debe estar guiada por la construcción de paz y la transformación de las condiciones estructurales que generan miedo y exclusión.

Seguridad alimentaria: Las propuestas cuestionaron el enfoque actual centrado en el abastecimiento urbano y el agroexportador. La alimentación fue reivindicada como derecho y como eje de la soberanía territorial. Se propuso fortalecer los sistemas agroalimentarios locales, garantizar acceso a tierra, agua y financiamiento para los pequeños productores, y proteger las semillas nativas junto a los saberes ancestrales. Se insistió en que la soberanía alimentaria es una estrategia frente a la crisis climática, los conflictos territoriales y la dependencia de importaciones. Finalmente, se propuso crear un observatorio ciudadano que monitoree el cumplimiento del derecho a la alimentación y conecte las decisiones nacionales con las realidades regionales. La seguridad alimentaria es condición para la equidad, la paz y la sostenibilidad.

3. Mi Experiencia

Participar en la Consulta Nacional fue una oportunidad valiosa para escuchar voces diversas que habitan, resisten y transforman los territorios. En el grupo al que me integré, quedó claro que los problemas estructurales del agua, la energía, la alimentación y la seguridad ciudadana no se pueden abordar sin considerar las condiciones reales en las que vive la gente. Las propuestas no surgieron de diagnósticos técnicos, sino de la experiencia directa, de lo que significa no tener acceso a servicios básicos, o vivir con miedo, o sembrar sin saber si se podrá cosechar.

Se propusieron caminos concretos: fortalecer redes comunitarias, promover soberanía sobre los recursos, y construir seguridad desde el cuidado, no desde el control. La participación fue activa, con enfoques territoriales, de género y sostenibilidad, que se entrelazan con muchas de las preguntas que hoy guían mi trabajo.

Desde mi mirada, esta experiencia confirma que la inteligencia artificial y la tecnología no pueden estar por fuera de estos debates. Su desarrollo debe anclarse en las realidades locales, contribuir a reducir brechas y ser aliada de los procesos sociales. La equidad no es solo un enfoque: es una condición para que cualquier transformación tecnológica, ambiental o socialsea posible y sostenible.Y entender esto no es solo una postura ética: es una necesidad estratégica para construir futuro desde lo local.

4. Lo que urge: propuestas que no deben quedarse en papel

Uno de los grandes logros de esta Consulta Nacional fue que las propuestas surgieron desde el territorio, pero con estructura. No fueron ideas lanzadas al azar, sino planteamientos viables, trabajados bajo criterios EMARP (específicos, medibles, alcanzables, realistas y pertinentes). Desde lo rural, lo urbano periférico, lo comunitario y lo técnico, se pensó con rigor y con sentido práctico.

Las propuestas abordaron las cuatro seguridades —alimentaria, hídrica, energética y ciudadana— como pilares interdependientes para garantizar la vida digna. Algunas de ellas deben pasar del papel a la política pública con urgencia:

  • La creación de un Fondo Nacional para infraestructura energética comunitaria, que financie soluciones descentralizadas como paneles solares y microredes, priorizando territorios históricamente excluidos.
  • El reconocimiento de los saberes ancestrales y comunitarios en la gestión del agua, incorporando la seguridad hídrica en los sistemas de ordenamiento territorial.
  • La protección de semillas nativas y el impulso a sistemas agroalimentarios locales, como camino para asegurar soberanía alimentaria real.
  • Y la urgencia de construir seguridad ciudadana desde la prevención, la participación y la justicia restaurativa, no desde el miedo ni el control.

Estas propuestas no son promesas ni diagnósticos: son rutas posibles. Y necesitamos avanzar por ellas con voluntad política, pero también con ciudadanía activa y tecnologías al servicio del bien común. Que no se queden en papel depende de una voluntad política real, pero también de nuestra capacidad de sostener el diálogo, hacer seguimiento y exigir cumplimiento.

5. Mi voz propia

Participar en este proceso no fue un ejercicio simbólico. Fue un acto político y técnico. Escuchar, leer, dialogar y traducir en propuestas lo que el territorio expresa no es un favor: es una responsabilidad.

Incidir significa tensionar lo establecido. Romper con las lógicas que planifican desde arriba sin entender lo que pasa abajo. Y exigir que la política pública deje de tratar a las comunidades como beneficiarias, y comience a reconocerlas como interlocutoras.

La inteligencia artificial, la equidad, la sostenibilidad y la justicia no se construyen con discursos globales, sino con decisiones locales que respeten la complejidad. Y esa complejidad está viva en las palabras que se dijeron en esta consulta.

No hay futuro sostenible si no integramos la voz de quienes habitan el territorio.

Y no hay seguridad posible si no aprendemos a cuidarnos colectivamente: Transformar no es prometer. Es decidir con valentía, reconociendo que el futuro se teje desde el territorio.decisión.

Transformar no es prometer. Es decidir con valentía, reconociendo que el futuro se teje desde el territorio.

Llevar estas propuestas del papel a la acción requiere articulación, seguimiento y voluntad colectiva.

Si este tema resuena contigo, sigamos conversando: ¿Cómo integrar la tecnología a los procesos territoriales sin perder el sentido humano?

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