¿Blandas o de poder?

El nuevo valor de lo humano en la era de la IA - Adriana Páez Pino

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Hoy quiero compartir una idea que me detuvo en seco.

Mientras escuchaba a Silvia García de Cajén de la Cátedra Abierta Latinoamericana Matilda y las mujeres en ingeniería hablar sobre el rol de las mujeres en la ingeniería, mencionó algo que me resonó con fuerza:

“Las habilidades blandas se llaman hoy habilidades de poder.”

Una frase breve, pero con un eco profundo. Y desde que la escuché, no he dejado de pensar en lo que revela. Durante años, en mis propias charlas y espacios de formación, he preferido llamarlas habilidades humanas.

Porque son eso: capacidades profundamente ligadas a nuestra forma de sentir, comunicar, decidir, colaborar y liderar. No son “blandas”, ni son accesorias. Son lo que nos permite ser relevantes en un mundo que cambia a gran velocidad.Pero escuchar que hoy también se les llama habilidades de poder me hizo detenerme.

¿Qué está cambiando?

¿A qué tipo de poder nos referimos?

¿Y por qué ahora?

En un momento donde la inteligencia artificial avanza, las tecnologías automatizan tareas y las decisiones se aceleran, las habilidades humanas no solo siguen siendo necesarias: se han vuelto el diferencial más valioso.

Porque la IA puede generar respuestas, pero no puede generar confianza. Puede identificar patrones, pero no puede ejercer juicio ético. Puede predecir tendencias, pero no puede liderar personas.

Por eso este tema importa. Porque cuando hablamos de poder, hablamos de impacto. Y si ese impacto está en lo humano, entonces vale la pena preguntarnos:

¿Poder para qué?

¿Y desde dónde lo ejercemos?

De blandas a estratégicas: el cambio no es solo de nombre, es de mirada

Durante décadas, las llamamos “blandas”. Un término que, aunque familiar, arrastraba una idea de fragilidad, de adorno, de lo que se puede o no se puede desarrollar. Se les miraba como complementos, no como eje central.

Pero lo que antes se veía como “deseable” hoy es “imprescindible”.

Y hay algo más: esa expresión habilidades blandas es una traducción directa del inglés soft skills. Una traducción que no solo pierde fuerza, sino que arrastra una connotación equivocada. Porque lo “soft” en inglés no siempre significa débil o menor, pero en español, lo blando muchas veces sí.

Ese matiz importa. Porque el lenguaje no solo describe: también moldea nuestra forma de pensar. Y durante años, hemos reproducido esa traducción sin cuestionarla, sin darnos cuenta de que estábamos disminuyendo el valor de habilidades profundamente humanas, complejas y estratégicas.

Por eso, para mí, llamarlas habilidades humanas es un acto de recuperación. Y escucharlas nombrar hoy como habilidades de poder, como lo planteó Silvia García, abre una nueva posibilidad: reconocer que lo humano no es lo débil, sino lo que da fuerza, cohesión y sentido.

En un entorno laboral donde la inteligencia artificial puede generar informes, responder correos, traducir documentos o crear diseños, lo que realmente distingue a una persona profesional es cómo lidera, cómo conversa, cómo gestiona la incertidumbre y cómo toma decisiones con otros en mente.

Ahí es donde las habilidades humanas se vuelven estratégicas. Y el cambio no es semántico. Es cultural. Es organizacional. Es político incluso.Pasar de blandas a humanas o a de poder no es un simple ajuste de vocabulario. Es un cambio de paradigma.

El poder de lo humano en la era de la IA: no todo se puede automatizar

¿Por qué hoy hablamos de habilidades de poder?

Porque estamos entrando en una era donde lo técnico ya no es lo que más nos diferencia. Porque muchas tareas que antes nos tomaban horas, ahora pueden resolverse con un clic gracias a la inteligencia artificial. Porque saber hacer ya no basta. Lo que realmente marca la diferencia es saber ser.

Y allí entra lo humano.

Las habilidades que antes llamábamos “blandas” y que hoy llamamos humanas, o de poderno se automatizan. No se programan. No se descargan. Y precisamente por eso, se vuelven el verdadero poder en tiempos de IA.

Poder para conectar. Poder para escuchar. Poder para sostener una conversación difícil. Poder para liderar sin aplastar. Poder para decir “no sé” sin que eso nos reste valor.

Y aquí me nace otra reflexión. Muchas de esas habilidades han sido históricamente encarnadas por mujeres, aunque no siempre reconocidas. ¿Será que este nuevo poder más humano, más empático, más colaborativo es también una oportunidad para visibilizar y reivindicar los liderazgos femeninos?

No se trata de esencializar, pero sí de reconocer que lo que antes fue desvalorizado, hoy puede ser precisamente lo que necesitamos para rediseñar el trabajo, las organizaciones y el sentido de progreso.

Por eso el poder importa. No solo por lo que permite hacer, sino por

desde dónde se ejerce

.

El poder de lo humano: volver al centro para avanzar

En entornos laborales atravesados por algoritmos, automatización y métricas en tiempo real, podríamos caer en la trampa de pensar que lo humano ha quedado relegado.

Pero es todo lo contrario. Hoy, lo humano vuelve al centro. No como un recurso secundario, sino como el verdadero diferencial profesional y organizacional.

Y ese retorno no es nostálgico. Es estratégico. Porque en un mundo donde muchos saberes se automatizan, las habilidades humanas como la empatía, la adaptabilidad, la ética, la colaboración o la escucha activa se vuelven la nueva forma de ejercer poder.

Un poder que no se impone, sino que se gana. Que no domina, sino que construye. Que no aísla, sino que convoca. Este es el poder del que estamos hablando.

No el de los títulos, ni el de las cifras, ni el de la perfección técnica. Sino el de quienes pueden sostener una conversación difícil, acompañar un equipo en momentos de incertidumbre, o liderar desde la conexión, no desde el miedo.

Ese poder, profundamente humano, es el que nos permite avanzar sin perder el sentido. Y tal vez, también, es el que necesitamos para rediseñar el futuro del trabajo con dignidad, inclusión y propósito.

Este texto hace parte de mi serie semanal Descubriendo la IA en el trabajo, donde reflexionamos sobre cómo la tecnología transforma y necesita lo humano.

¿Blandas o de poder?

Después de todo esto, tal vez la pregunta sigue en el aire…

¿Son blandas porque nos enseñaron a verlas como algo menor? ¿O son de poder porque, en este nuevo contexto, son lo que verdaderamente marca la diferencia? ¿O, como prefiero llamarlas yo, son simplemente habilidades humanas esas que nos permiten seguir siendo relevantes, auténticas y presentes en medio de tanta automatización?

No tengo una sola respuesta. Pero sí una certeza: estas habilidades, antes invisibilizadas, hoy son esenciales para construir un futuro del trabajo con sentido.

Y por eso, en esta serie que cada semana nos invita a descubrir la IA en el trabajo, no podía dejar pasar la oportunidad de volver a lo más importante: La tecnología puede ser muy avanzada. Pero lo que nos diferencia es cómo elegimos usarla. Y eso, siempre, empieza por lo humano.

¿Tú cómo las llamas? ¿Blandas, humanas o de poder?

Te leo en los comentarios.

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