¿Gobernamos la IA en las Américas o solo la consumimos? - Adriana Páez Pino

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Hace unos días me conecté al diálogo “La gobernanza de la IA en evolución: hacia un equilibrio entre políticas, progreso y aplicación práctica”, organizado por la Secretaría Ejecutiva para el Desarrollo Integral (SEDI) de la OEA. SEDI trabaja sobre desarrollo económico, social y humano en las Américas, y el hecho de que abra un espacio específico sobre inteligencia artificial muestra que la IA ya forma parte de las decisiones sobre empleo, productividad y modelos de desarrollo en la región.

Por eso decidí incorporar este evento en mi serie Descubriendo la IA en el trabajo. Lo que allí se discutió cómo mantener un equilibrio entre políticas públicas, avances tecnológicos y usos concretos de la IAestá directamente relacionado con las preguntas que recibo a diario de profesionales que intentan integrar estas herramientas en su trabajo sin perder criterio propio. En este blog no haré una relatoría del panel; me interesa destacar las ideas que, desde mi experiencia en IA, futuro del empleo y género, ayudan a entender qué significa hablar hoy de “gobernanza de la IA” en las Américas y por qué debería importarle a quien ya está usando estas tecnologías para trabajar.

Lo que realmente significa hablar de gobernanza de la IA desde la OEA

En la apertura del evento de la OEA sobre gobernanza de la inteligencia artificial se hizo una afirmación que marcó el tono de toda la conversación, la IA ya no es un asunto técnico aislado, está entrando en el centro de cómo se gobierna, cómo se prestan los servicios públicos, cómo se trabaja y cómo se coopera en las Américas.

A partir de ahí se plantearon tres preguntas que funcionan como termómetro de la gobernanza real de la IA en la región:

Capacidad institucional: ¿podemos construir capacidades lo suficientemente rápido como para acompañar el ritmo de la IA? No solo conocimiento técnico, sino instituciones capaces de supervisar, regular, negociar con empresas tecnológicas y tomar decisiones informadas.

Valores democráticos: ¿cómo aseguramos que la adopción de IA sea transparente, con rendición de cuentas y centrada en las personas, y no solo en la eficiencia o el ahorro de costos?

Cooperación regional: ¿qué mecanismos necesitamos para que los países pequeños o con menos recursos no queden reducidos al papel de consumidores de tecnología, sin voz en las reglas del juego?

La idea es clara, ningún ministerio, agencia, organización o país puede responder solo a los desafíos de la IA. Esta tecnología atraviesa educación, justicia, ciberseguridad, administración pública, políticas de empleo, inclusión digital y cooperación para el desarrollo. Si cada área avanza por su cuenta, lo que se obtiene son proyectos dispersos, sin una visión común ni capacidad de aprendizaje compartido. Eso no es gobernanza, es reacción.

Aquí es donde este diálogo se conecta de frente con Descubriendo la IA en el trabajo. Cuando hablo de gobernanza, no me refiero solo a declaraciones o marcos lejanos, sino a las condiciones concretas bajo las cuales una persona puede usar IA en su trabajo, es decir que entienda qué hace la herramienta y de dónde salen sus resultados, que existan reglas claras sobre datos, sesgos y responsabilidades, y que haya instituciones con capacidad real para responder cuando una decisión automatizada le afecta.

Y cuando hablamos de cooperación regional, no pensamos únicamente en comunicados conjuntos. Nos preguntamos si América Latina y el Caribe tendrán voz para decidir cómo se integra la IA en sus sistemas de salud, educación, justicia y empleo, o si terminarán adoptando soluciones y reglas diseñadas en otros contextos, con otras prioridades. Si la región no refuerza sus capacidades, sus principios democráticos y sus mecanismos de coordinación, las decisiones sobre la IA se tomarán principalmente fuera, y aquí las sentiremos en el trabajo diario sin haber estado realmente en la conversación.

Una región que usa IA, pero casi no la diseña

En una de las intervenciones del evento se presentó un dato que ayuda a entender la posición de la región: América Latina y el Caribe concentran cerca del 20 % de las descargas mundiales de aplicaciones de IA, pero apenas alrededor del 1 % de la inversión en innovación en IA, y se estima que solo recibirán cerca del 3 % de sus beneficios económicos hacia 2030.

En resumen, la región utiliza intensamente estas tecnologías, pero participa muy poco en su desarrollo y en la captura del valor que generan. En el diálogo se planteó esto como un tema de gobernanza, no solo de mercado: cuando una región adopta masivamente soluciones diseñadas en otros contextos, también adopta sus prioridades, sus supuestos y, en muchos casos, sus sesgos.

No se trata solo de tener marcos éticos o leyes, sino de preguntarse quién decide qué modelos se entrenan, con qué datos, en qué idiomas, con qué problemas en mente y con qué objetivos económicos. Si esas decisiones se toman mayoritariamente fuera de América Latina y el Caribe, la capacidad de la región para orientar el uso de la IA en función de sus necesidades queda limitada.

Esto tiene implicaciones directas para el trabajo. Influye en qué tipos de empleo se transforman primero, qué perfiles se consideran estratégicos, qué sectores reciben más herramientas y cuáles quedan al margen. Muchas personas ya usan IA para escribir, analizar información o planear proyectos, pero si seguimos ubicados solo del lado del consumo, la conversación sobre “adaptarse al futuro del trabajo” se queda corta. No se trata solo de cómo regular lo que llega, sino de qué lugar quiere ocupar la región en la construcción de estas tecnologías.

No solo de cómo regular lo que llega, sino de qué lugar quiere ocupar la región en la construcción de estas tecnologías.

Gobernar la IA también es construir capacidades, no solo escribir leyes

Otro tema que apareció fue, sin capacidades, no hay gobernanza, por más documentos que existan. Se habló de estrategias nacionales, principios y marcos de referencia, pero también se insistió en algo muy práctico: si los países no cuentan con personas e instituciones preparadas, las mejores normas se quedan en el papel.

Cuando se mencionaba “capacidad”, no se aludía solo a expertos en datos o en ciberseguridad. Se hablaba de equipos públicos capaces de evaluar una solución de IA antes de contratarla, de supervisarla una vez está en marcha, de dialogar con empresas tecnológicas en condiciones más equilibradas y de corregir el rumbo cuando los resultados no son los esperados. También se incluía la capacidad de los sistemas educativos, de las universidades y de las organizaciones de la sociedad civil para acompañar estos cambios y no limitarse a observarlos desde afuera.

La gobernanza no se juega solo en las cancillerías o en los ministerios, también pasa por lo que cada persona sabe o no sabe cuándo usa estas herramientas. Esa capa de alfabetización, formación y acompañamiento también forma parte de la gobernanza. Sin ella, la región puede terminar firmando buenas intenciones mientras, en la práctica, la adopción de la IA se decide caso por caso, dependiendo de quién tuvo más tiempo, más presupuesto o más presión.

¿Qué nos toca desde el trabajo y desde la región?

Mirando en conjunto estas ideas del diálogo de la OEA, la gobernanza de la IA en las Américas no se reduce a un solo nivel. Tiene una capa institucional, donde se definen marcos, capacidades y cooperación regional; una capa organizacional, donde se decide qué herramientas se adoptan, con qué criterios y con qué formación; y una capa personal, donde cada profesional define cómo quiere relacionarse con estas tecnologías en su trabajo diario.

Desde Descubriendo la IA en el trabajo, me interesa especialmente esta última: la de quienes ya están usando IA para producir, decidir, aprender o liderar equipos. La forma en que la región responda a las tres preguntas de la gobernanza capacidad institucional, valores democráticos y cooperación marcará el entorno en el que trabajamos. Pero lo que cada persona haga con ese entorno también importa: entender las herramientas, hacer preguntas incómodas cuando algo no cuadra, exigir transparencia y participar en espacios donde se discute su uso.

La gobernanza de la IA no es solo un tema de cancillerías ni de expertos. También se construye en cada correo que revisamos con ayuda de un modelo, en cada documento que dejamos que la IA redacte por nosotros, en cada decisión que aceptamos sin preguntar de dónde salió el resultado. Si algo deja este diálogo de la OEA es la sensación de que la región aún está a tiempo de decidir cómo quiere relacionarse con estas tecnologías. La pregunta es si lo haremos como simples usuarios agradecidos por la eficiencia, o como protagonistas que entienden lo que está en juego en el trabajo y en la vida democrática.

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